Jerónimo Merino García
FINALISTA DEL I CERTAMEN INTERNACIONAL DE POESÍA LA LECTORA IMPACIENTE
"A Carmen,
que tanto se preocupó de los demás
que una tarde se le olvidó vivir"
LOS DESCOSIDOS DEL TIEMPO
Si tú supieras, amor, el miedo que le tengo al Infierno.
Al sudor frío que empapa todas mis caderas
al saber que la montaña eterna ya no nos ve tan niños.
Al pensar que este
anticuado atardecer,
en vacío, asombrosamente te desea matar.
Al pensar que me podrían desaparecer
tus mejillas
en la frágil madrugada.
(Se ha de intentar perseguir al coche que se lleva
los escudos de cartón [podré
defenderte ya muy poco
con mi espada]).
A lo lejos, el silencio
estentóreo de Dios da muerte a unos enamorados
que se besan por primera vez,
que felices ignoraban a ésta, la mujer
que me apuñala. Mesías
espiciforme que a todos ama,
que no vive por la luz mohosa de las farolas tristes,
ni por la sombra de un pez.
Taciturna en la ciudad,
que se mantiene por descosidos
del tiempo.
Si te dijera, amor,
que temo a la humanidad,
que se me entumece el interior.
El oír un solo frenazo.
El de las olas y el eco.
El del alféizar cetrino.
El vacío de un acantilado rebosante de niños.
Oír una crucifixión.
Que no sé.
Que en los ángulos se matan perros.
Que una libélula está
atropellada y grita con sus destrozadas escamas
en el jardín de las piedras.
Que una sirena hedionda clama
en la ventana
por sus hijos ahogándose en unos cajones de fruta.
Si te dijera, amor, el miedo que le tengo al Infierno.
Volverías con tu madre lejos del no ruido.
Volverías a la ingravidez, la protección desnuda,
los amigos,
los bolsillos,
las manoplas,
las piscinas, por la luz solar descomponiéndose.
Si te dijera que no sé.
Que no lo sé.
Que tus besos son más largos que la eternidad.
Al sudor frío que empapa todas mis caderas
al saber que la montaña eterna ya no nos ve tan niños.
Al pensar que este
anticuado atardecer,
en vacío, asombrosamente te desea matar.
Al pensar que me podrían desaparecer
tus mejillas
en la frágil madrugada.
(Se ha de intentar perseguir al coche que se lleva
los escudos de cartón [podré
defenderte ya muy poco
con mi espada]).
A lo lejos, el silencio
estentóreo de Dios da muerte a unos enamorados
que se besan por primera vez,
que felices ignoraban a ésta, la mujer
que me apuñala. Mesías
espiciforme que a todos ama,
que no vive por la luz mohosa de las farolas tristes,
ni por la sombra de un pez.
Taciturna en la ciudad,
que se mantiene por descosidos
del tiempo.
Si te dijera, amor,
que temo a la humanidad,
que se me entumece el interior.
El oír un solo frenazo.
El de las olas y el eco.
El del alféizar cetrino.
El vacío de un acantilado rebosante de niños.
Oír una crucifixión.
Que no sé.
Que en los ángulos se matan perros.
Que una libélula está
atropellada y grita con sus destrozadas escamas
en el jardín de las piedras.
Que una sirena hedionda clama
en la ventana
por sus hijos ahogándose en unos cajones de fruta.
Si te dijera, amor, el miedo que le tengo al Infierno.
Volverías con tu madre lejos del no ruido.
Volverías a la ingravidez, la protección desnuda,
los amigos,
los bolsillos,
las manoplas,
las piscinas, por la luz solar descomponiéndose.
Si te dijera que no sé.
Que no lo sé.
Que tus besos son más largos que la eternidad.
RAÍCES
Han vuelto a descuartizarme las lentes de las palomas
han roto cuencas y párpados con azul de acuarelas
crisoles anclas abisales de los tuétanos verdes
No digas que vas a comer raíces
descansa por mi espinazo, deja ramas del alba
y di por qué
la loma de los océanos me desea ahogar
ataca las epidermis
vomita lodo en el verano
con cucharón en la piscina de mi vientre
y di por qué te has convertido
en huella de árbol
memoria sobre medusas de nailon
arcángel de himen araña de belfo tierno
Y para qué se creó el tiempo, sino para matarte
han roto cuencas y párpados con azul de acuarelas
crisoles anclas abisales de los tuétanos verdes
No digas que vas a comer raíces
descansa por mi espinazo, deja ramas del alba
y di por qué
la loma de los océanos me desea ahogar
ataca las epidermis
vomita lodo en el verano
con cucharón en la piscina de mi vientre
y di por qué te has convertido
en huella de árbol
memoria sobre medusas de nailon
arcángel de himen araña de belfo tierno
Y para qué se creó el tiempo, sino para matarte
Llevadme del parking al puerto
donde azules
descansan los labios de madera.
Y mirad a mi niña tímida.
Mirad el garaje estrenado
moribundo, adolescente.
En las noches tan silencioso,
torna en piélago el pavimento,
que como una balsa, amerizan
los insectos para soñar.
Y mirad a mi niña tímida,
cómo la matan muy despacio.
Y el mar,
callado como la habitación
repleta del aterimiento,
muere en el océano añil.
Y los árboles de la tarde
naranja, lejana,
se van más allá del crepúsculo,
y las islas se hunden muy suaves.
¡Y mirad a mi niña tímida
cómo la matan muy despacio!
donde azules
descansan los labios de madera.
Y mirad a mi niña tímida.
Mirad el garaje estrenado
moribundo, adolescente.
En las noches tan silencioso,
torna en piélago el pavimento,
que como una balsa, amerizan
los insectos para soñar.
Y mirad a mi niña tímida,
cómo la matan muy despacio.
Y el mar,
callado como la habitación
repleta del aterimiento,
muere en el océano añil.
Y los árboles de la tarde
naranja, lejana,
se van más allá del crepúsculo,
y las islas se hunden muy suaves.
¡Y mirad a mi niña tímida
cómo la matan muy despacio!
Cae tímida la luz del agua,
cae laxa entre mis labios
y entre el eco de los muros muertos.
Intenté alargar mi mano fría,
ahogarme en bocanadas
y moverme y removerme tenso.
La losa y su eco,
¡qué enorme fuerza!
Deberé trasfigurarme ahora
en aquel que ya le imponen
los lugares ya cambiados
y filtrarme las pupilas.
La luz y los ojos,
¡qué enorme fuerza!
cae laxa entre mis labios
y entre el eco de los muros muertos.
Intenté alargar mi mano fría,
ahogarme en bocanadas
y moverme y removerme tenso.
La losa y su eco,
¡qué enorme fuerza!
Deberé trasfigurarme ahora
en aquel que ya le imponen
los lugares ya cambiados
y filtrarme las pupilas.
La luz y los ojos,
¡qué enorme fuerza!
La cerúlea ciudad nos observa,
a través de las pupilas
de las moscas en las ventanas.
Tú aún duermes flemática.
Tú aún sigues sin vida.
Tú y tu voluble cuello anejo a la madrugada.
Tú y tu incólume idiosincrasia.
¡Qué profundidad la nocturna
con tus ojos cerrados!
¡Qué cadencia coronaria la del neón
y su publicidad,
que te están matando a través de los cristales!
a través de las pupilas
de las moscas en las ventanas.
Tú aún duermes flemática.
Tú aún sigues sin vida.
Tú y tu voluble cuello anejo a la madrugada.
Tú y tu incólume idiosincrasia.
¡Qué profundidad la nocturna
con tus ojos cerrados!
¡Qué cadencia coronaria la del neón
y su publicidad,
que te están matando a través de los cristales!
EL VASO DE PLÁSTICO (EN VACÍO)
Ya no hay más,
lo sabemos y quiero estar contigo
en lo que me queda de esta mañana.
Ya no hay más,
él lo sabe al igual que tú -y yo-
y busca unos labios para otro día.
Una lengua...
sólo una que divise un fondo aún
latente, que piense que ya no [hay] más.
Él lo sabe, y tiene miedo, como
nosotros de que no siga la vida;
de que besos y bocas mueran siempre
en la eternidad maldita del tiempo.
Él lo sabe porque nació sufriendo,
lo sabe por conocer a su hermano
muerto por los creadores de su vida...
Su extraño deslumbramiento: el alma.
Él lo sabe,
sabe de los contenedores sucios,
de los camposantos amarillentos,
del sabor hediondo de un cartón
de leche azulada que se evapora.
Él lo sabe:
ya no hay más por detrás de pieles pálidas.
Él lo sabe:
sólo lágrimas de llovizna.
lo sabemos y quiero estar contigo
en lo que me queda de esta mañana.
Ya no hay más,
él lo sabe al igual que tú -y yo-
y busca unos labios para otro día.
Una lengua...
sólo una que divise un fondo aún
latente, que piense que ya no [hay] más.
Él lo sabe, y tiene miedo, como
nosotros de que no siga la vida;
de que besos y bocas mueran siempre
en la eternidad maldita del tiempo.
Él lo sabe porque nació sufriendo,
lo sabe por conocer a su hermano
muerto por los creadores de su vida...
Su extraño deslumbramiento: el alma.
Él lo sabe,
sabe de los contenedores sucios,
de los camposantos amarillentos,
del sabor hediondo de un cartón
de leche azulada que se evapora.
Él lo sabe:
ya no hay más por detrás de pieles pálidas.
Él lo sabe:
sólo lágrimas de llovizna.
EL HOGAR
Qué puedo hacer yo ahora sin ti,
que te fuiste al cerrar una persiana.
Qué hacer con esta casa ya grande,
con el tanto que sobra de sus ecos
y esquinas que no me reconocen.
Con tu bata, enhiesta en el perchero,
fingiendo estar llena de calor.
Voy delgado por el pasillo nuevo,
toco las paredes de papel
con las yemas. También aún respiro.
Enciendo una bombilla esperando
encontrarte. Y sigo andando solo.
Sé que te hubiera hoy apetecido
ir a dar una vuelta al parque rósea.
Sonrío al pensar qué te pondrías,
y por tanto, contemplo así tu cara;
distinta a la de las otras ocasiones,
las mejillas, tu boca y su frescura,
en un domingo tan singular.
Tú
que te fuiste corriendo en la mañana,
dejándome aquí solo en la casa
estentórea, y pocos años.
Doy un paso adelante,
tiritan mis piernas.
Me mantengo despacio en equilibrio
como una marioneta de carne
solitaria. El sol ya no entra.
Frente a una puerta me detengo.
La mirada en el pomo reflejado
tu esencia redescubre.
Es el hogar.
Qué puedo hacer yo ahora sin ti,
si el salón y los cuadros
te buscan con
la mirada.
Ya tarda tu cuerpo desnudado
que se fue al cerrar una persiana.
Qué puedes hacer tú ya sin mí.
que te fuiste al cerrar una persiana.
Qué hacer con esta casa ya grande,
con el tanto que sobra de sus ecos
y esquinas que no me reconocen.
Con tu bata, enhiesta en el perchero,
fingiendo estar llena de calor.
Voy delgado por el pasillo nuevo,
toco las paredes de papel
con las yemas. También aún respiro.
Enciendo una bombilla esperando
encontrarte. Y sigo andando solo.
Sé que te hubiera hoy apetecido
ir a dar una vuelta al parque rósea.
Sonrío al pensar qué te pondrías,
y por tanto, contemplo así tu cara;
distinta a la de las otras ocasiones,
las mejillas, tu boca y su frescura,
en un domingo tan singular.
Tú
que te fuiste corriendo en la mañana,
dejándome aquí solo en la casa
estentórea, y pocos años.
Doy un paso adelante,
tiritan mis piernas.
Me mantengo despacio en equilibrio
como una marioneta de carne
solitaria. El sol ya no entra.
Frente a una puerta me detengo.
La mirada en el pomo reflejado
tu esencia redescubre.
Es el hogar.
Qué puedo hacer yo ahora sin ti,
si el salón y los cuadros
te buscan con
la mirada.
Ya tarda tu cuerpo desnudado
que se fue al cerrar una persiana.
Qué puedes hacer tú ya sin mí.
No reconozco a nadie en estas mañanas frías.
Tampoco me reconocen a mí, en caliente.
Fotosensibles, pero sólo sufrimos blancos.
Las batas y los doctores auscultan los días.
Luces de los dolores tercos;
el glauco que llameante te sale en la boca anaranjada,
que brota tímido en tu estómago
herido de mediasnoches y besos en cercos.
Amanecer que transparenta las caras tristes,
que altivas,
se atropellaron de un sol cenital que deslumbró tus ojos.
Tanta belleza muerta
en el musgo de los jardines, en donde te vistes.
Que me supongo el escapar a la costa pura contigo,
con una brisa del viernes en coche
a por el Levante o el Poniente (me da lo mismo).
Llorar por la preferencia, tal vez cierta y dura.
Por el verano nadará tu pijama oscuro.
Detrás de las papeleras podremos vivir,
en avenidas de luz, avergonzadas
de pájaros, en los prismas del mundo maduro.
Si el Universo no nos planta al mustio mar,
por qué se van las palmeras si nos acercamos
a los pacientes del mármol verde.
Amor, en la oscuridad no podemos hablar.
No me conoce nadie en estas mañanas frías.
Sufrimos entre la luz de los anocheceres.
Por el calor tampoco me conoce nadie;
calor que va hacia el azul de las radiografías.
Nos escondemos. Huimos. Náufragos.
Viajamos con comisuras neumáticas
por la avenida de los huesos.
(Así también yo nado).
La habitación, hedionda en la orina,
se coagula con la nieve de nuestras tapias:
Caribe. Acobardado. Solar.
Los atolones. Enfermeras. Sirenas
varadas entre manantiales. Las radioterapias.
Luz, sufrir, esconderse;
Arde el cuerpo; las medicinas.
La auscultación del árbol
(amor, adiós).
Tampoco me reconocen a mí, en caliente.
Fotosensibles, pero sólo sufrimos blancos.
Las batas y los doctores auscultan los días.
Luces de los dolores tercos;
el glauco que llameante te sale en la boca anaranjada,
que brota tímido en tu estómago
herido de mediasnoches y besos en cercos.
Amanecer que transparenta las caras tristes,
que altivas,
se atropellaron de un sol cenital que deslumbró tus ojos.
Tanta belleza muerta
en el musgo de los jardines, en donde te vistes.
Que me supongo el escapar a la costa pura contigo,
con una brisa del viernes en coche
a por el Levante o el Poniente (me da lo mismo).
Llorar por la preferencia, tal vez cierta y dura.
Por el verano nadará tu pijama oscuro.
Detrás de las papeleras podremos vivir,
en avenidas de luz, avergonzadas
de pájaros, en los prismas del mundo maduro.
Si el Universo no nos planta al mustio mar,
por qué se van las palmeras si nos acercamos
a los pacientes del mármol verde.
Amor, en la oscuridad no podemos hablar.
No me conoce nadie en estas mañanas frías.
Sufrimos entre la luz de los anocheceres.
Por el calor tampoco me conoce nadie;
calor que va hacia el azul de las radiografías.
Nos escondemos. Huimos. Náufragos.
Viajamos con comisuras neumáticas
por la avenida de los huesos.
(Así también yo nado).
La habitación, hedionda en la orina,
se coagula con la nieve de nuestras tapias:
Caribe. Acobardado. Solar.
Los atolones. Enfermeras. Sirenas
varadas entre manantiales. Las radioterapias.
Luz, sufrir, esconderse;
Arde el cuerpo; las medicinas.
La auscultación del árbol
(amor, adiós).
Alguna una vez recuerdo,
ciertas noches de junio de aquel año,
casi borrosas de mi adolescencia (...)
Eran las noches incurables
y la calentura.
(Jaime Gil de Biedma)
(A Leo)
Quisimos parar todo con nuestras manos adolescentes
y vimos la ciudad que latía desde nuestra terraza.
Quisimos besar todo con nuestros labios adolescentes
y vimos reflejos de pupilas en esquinas de azul.
Quisimos bañar todo con las salivas adolescentes
y vimos los puertos que dormían en la inmensa noche.
Quisimos beber todo con nuestras bocas adolescentes
y vimos las noches que venían por el ardiente mar.
Quisimos vivir todo con nuestras almas adolescentes
y vimos al brillante verano que se marchaba triste.
Quisimos, quisimos y quisimos en la nocturnidad
ser jóvenes para siempre y a la vida atenderla tarde.
ciertas noches de junio de aquel año,
casi borrosas de mi adolescencia (...)
Eran las noches incurables
y la calentura.
(Jaime Gil de Biedma)
(A Leo)
Quisimos parar todo con nuestras manos adolescentes
y vimos la ciudad que latía desde nuestra terraza.
Quisimos besar todo con nuestros labios adolescentes
y vimos reflejos de pupilas en esquinas de azul.
Quisimos bañar todo con las salivas adolescentes
y vimos los puertos que dormían en la inmensa noche.
Quisimos beber todo con nuestras bocas adolescentes
y vimos las noches que venían por el ardiente mar.
Quisimos vivir todo con nuestras almas adolescentes
y vimos al brillante verano que se marchaba triste.
Quisimos, quisimos y quisimos en la nocturnidad
ser jóvenes para siempre y a la vida atenderla tarde.
EL PORTAL
Nos contempló siendo un niño,
sintió de cerca nuestras caricias.
Se preocupó, nos trató
su espejo bien, atento del pelo
encabezonado de tu encanto.
Nos acogió, entre dos muñecas,
por el invierno, cuando su ajuar
nos delataba el olor del parto;
vio caras héticas, por el rumor de las
[bicicletas,
alegres de regalos divinos,
cronometrados por el fulgor
de las miradas cómplices de árboles.
En los rellanos partióse un beso
hendido de uñas romas y frágiles;
se traspasó la calor nocturna,
se abrió una blusa henchida de prisa:
se terminaba la vida allí.
En los últimos abrazos marchaban
las existencias del nunca más.
-La Monalisa entretanto
contuvo la expresión
al sorprendernos ya yuxtapuestos
y deseosos de descubrir-.
En ocasiones, nos encontrábamos
tan bien que no subíamos,
y comenzábamos
un breve levitar, hasta que
nos abrazaban los soles,
pidiendo por favor el pasar,
y nos besaban, nos bendecían...
sintió de cerca nuestras caricias.
Se preocupó, nos trató
su espejo bien, atento del pelo
encabezonado de tu encanto.
Nos acogió, entre dos muñecas,
por el invierno, cuando su ajuar
nos delataba el olor del parto;
vio caras héticas, por el rumor de las
[bicicletas,
alegres de regalos divinos,
cronometrados por el fulgor
de las miradas cómplices de árboles.
En los rellanos partióse un beso
hendido de uñas romas y frágiles;
se traspasó la calor nocturna,
se abrió una blusa henchida de prisa:
se terminaba la vida allí.
En los últimos abrazos marchaban
las existencias del nunca más.
-La Monalisa entretanto
contuvo la expresión
al sorprendernos ya yuxtapuestos
y deseosos de descubrir-.
En ocasiones, nos encontrábamos
tan bien que no subíamos,
y comenzábamos
un breve levitar, hasta que
nos abrazaban los soles,
pidiendo por favor el pasar,
y nos besaban, nos bendecían...
Hombre fósil,
dónde está mi adolescente.
Búscale por las terrazas.
Búscale por los océanos.
Búscale en profundidades
-hombre fósil, yacimiento-
-el rumor paralizado
por tus besos como estatuas-.
Búscale por las auroras
-norte frío de glaciar-
-labio ardiente y congelado-
Busca hundido en tus pupilas
a ese joven ya cadáver
-Donde habita el paréntesis-.
-Donde es la reencarnación-.
dónde está mi adolescente.
Búscale por las terrazas.
Búscale por los océanos.
Búscale en profundidades
-hombre fósil, yacimiento-
-el rumor paralizado
por tus besos como estatuas-.
Búscale por las auroras
-norte frío de glaciar-
-labio ardiente y congelado-
Busca hundido en tus pupilas
a ese joven ya cadáver
-Donde habita el paréntesis-.
-Donde es la reencarnación-.
Nunca sabrás cuanto te quiero.
Cuando tu cuerpo ya no esté.
Nunca sabrás dónde me muero.
Serán mis labios que se ahoguen en tu boca
los que me traigan a la niña ya mayor.
Nunca sabrás cuánto te quise.
O porque una vez me estrellé en tu vida
y mi adolescente se hundió en tus ojos...
(Tiempo pasado, ya se fue
corriendo de nosotros, niños
de la noche).
Cuando tu cuerpo ya no esté.
Nunca sabrás dónde me muero.
Serán mis labios que se ahoguen en tu boca
los que me traigan a la niña ya mayor.
Nunca sabrás cuánto te quise.
O porque una vez me estrellé en tu vida
y mi adolescente se hundió en tus ojos...
(Tiempo pasado, ya se fue
corriendo de nosotros, niños
de la noche).
En el estentóreo silencio de la noche
duermen dos amantes en ovillos de papel
cuerpos como buques la auxiliar herida
capitanes homosexuales en antenas
automóviles en jaulas marmorosas a las ramas de los alcornoques macerados
huyen de la inmensidad
ellos tienen miedo en el vacío
cogen dedos de oliva
y se agarran fríos como tierra musgo y alma
ellos notan púlsares de París
bajo sus cerebros de huracán
cronometran polen y planetas
son picoteados por palomas
en el estentóreo silencio de la noche
dos amantes se desangran mientras se devuelven
con una sonrisa
pensamientos de tragedia del futuro
y el frío no los remata
y la sangre corre por las alcantarillas
y suplican para que el futuro no regrese
duermen dos amantes en ovillos de papel
cuerpos como buques la auxiliar herida
capitanes homosexuales en antenas
automóviles en jaulas marmorosas a las ramas de los alcornoques macerados
huyen de la inmensidad
ellos tienen miedo en el vacío
cogen dedos de oliva
y se agarran fríos como tierra musgo y alma
ellos notan púlsares de París
bajo sus cerebros de huracán
cronometran polen y planetas
son picoteados por palomas
en el estentóreo silencio de la noche
dos amantes se desangran mientras se devuelven
con una sonrisa
pensamientos de tragedia del futuro
y el frío no los remata
y la sangre corre por las alcantarillas
y suplican para que el futuro no regrese
(A Pilar)
Sé que sigues durmiendo intranquila
con tus grandes dibujos de ojos
sin que nadie se acerque a tu cuello.
Sé que sabes que a veces mirabas
a mi boca queriendo besarla;
y que sabes que aún vive el niño
que te amaba en las noches de junio;
y que sigue latiendo en mi vida el
corazón de muchacho alocado
que escribía en los álbumes rotos;
y que sigues sintiendo que mi
cuerpo coge el oxígeno al ritmo
que marcaste en tu pecho sonámbulo,
que hoy deseo ultrajar a tus labios
y juntar mi desnudo y el tuyo,
descifrarte con lenguas calientes
y matar mis ardores en tu alma.
Sé que sigues vistiendo con trajes
apagados de lunas disueltas,
sé que rozan tus ingles maduras
de la forma que yo lo haría...
Y que elevas tu silla en la tarde
y que luces tu pelo muy corto
y tu voz continúa muy firme
y tu cara refleja mi cara
y tus manos recuerdan mi cuerpo
y tus ojos mis ojos, y tanto...
Y también que tus ojos distantes,
no desgajan el tiempo, y me adoran.
Sé que sigues durmiendo intranquila
con tus grandes dibujos de ojos
sin que nadie se acerque a tu cuello.
Sé que sabes que a veces mirabas
a mi boca queriendo besarla;
y que sabes que aún vive el niño
que te amaba en las noches de junio;
y que sigue latiendo en mi vida el
corazón de muchacho alocado
que escribía en los álbumes rotos;
y que sigues sintiendo que mi
cuerpo coge el oxígeno al ritmo
que marcaste en tu pecho sonámbulo,
que hoy deseo ultrajar a tus labios
y juntar mi desnudo y el tuyo,
descifrarte con lenguas calientes
y matar mis ardores en tu alma.
Sé que sigues vistiendo con trajes
apagados de lunas disueltas,
sé que rozan tus ingles maduras
de la forma que yo lo haría...
Y que elevas tu silla en la tarde
y que luces tu pelo muy corto
y tu voz continúa muy firme
y tu cara refleja mi cara
y tus manos recuerdan mi cuerpo
y tus ojos mis ojos, y tanto...
Y también que tus ojos distantes,
no desgajan el tiempo, y me adoran.
Y TÚ SONREÍAS…
(A Carmen)
Veía esos edificios tan torpes de Madrid,
sus plazas blancas,
sus bocas blancas,
sus aves blancas…
Pasaba cada noche,
paraba siempre,
echaba gasolina.
En esa plazas ibas
quedándote parada
tan vieja, joven.
Te vi entre las letras azules bajo el cielo,
pegada a las ventanas y cortinas,
en días tercos.
Y cuando mi coche no avanzaba,
y me quedaba absorto,
veía como
morías
detrás del hospital, de cáncer, de leucemia,
de sida...
Te vi cayendo cada vez más débil.
Tus ojos despuntaban compasión.
Te recordaba a mi regreso a la hora de cenar,
y todo cerrado,
y todavía estabas
allí, despierta,
con tu única piel,
asemejando un arrinconamiento
de la tortura;
la timidez que hundía más tu nuca
en contra
de la almohada,
subiendo la colcha,
y preguntando si se podría tomar un último
yogur de fresa;
como creer en un milagro extraño;
queriendo olvidar
aquella chica que tenía
lo mismo y falleció el jueves por la tarde.
Y el tiempo pasa
y ya no me detengo, ni echo gasolina,
ni paso por las plazas,
ni encuentro
el edificio aquel
que te engullía…
…y tu le sonreías
y le hablabas
diciendo
que se comprara un vestido
y que cambiara sus letras azules,
y que pusiera “Bachillerato” o
[“Instituto”…
“Peluquería”…
Veía esos edificios tan torpes de Madrid,
sus plazas blancas,
sus bocas blancas,
sus aves blancas…
Pasaba cada noche,
paraba siempre,
echaba gasolina.
En esa plazas ibas
quedándote parada
tan vieja, joven.
Te vi entre las letras azules bajo el cielo,
pegada a las ventanas y cortinas,
en días tercos.
Y cuando mi coche no avanzaba,
y me quedaba absorto,
veía como
morías
detrás del hospital, de cáncer, de leucemia,
de sida...
Te vi cayendo cada vez más débil.
Tus ojos despuntaban compasión.
Te recordaba a mi regreso a la hora de cenar,
y todo cerrado,
y todavía estabas
allí, despierta,
con tu única piel,
asemejando un arrinconamiento
de la tortura;
la timidez que hundía más tu nuca
en contra
de la almohada,
subiendo la colcha,
y preguntando si se podría tomar un último
yogur de fresa;
como creer en un milagro extraño;
queriendo olvidar
aquella chica que tenía
lo mismo y falleció el jueves por la tarde.
Y el tiempo pasa
y ya no me detengo, ni echo gasolina,
ni paso por las plazas,
ni encuentro
el edificio aquel
que te engullía…
…y tu le sonreías
y le hablabas
diciendo
que se comprara un vestido
y que cambiara sus letras azules,
y que pusiera “Bachillerato” o
[“Instituto”…
“Peluquería”…
YO ROBÉ UN LIBRO DE LUIS GARCÍA MONTERO
Era completamente viernes
o un jueves telefónico,
no lo recuerdo bien. Incluso
en las estanterías,
que todavía me señalan,
se ven ensangrentadas
manos del forcejeo hostil.
No quise asesinar
sueños de noche, ni a un hombre
callado por mi mente.
Pero tampoco tuve suelto
ni cambio ni tarjetas,
Visa Electrón o cita previa,
ni beca en su Granada
ni hueco en su boca, o un teléfono
o fotocopiadora...
Yo solamente quise ver
tus labios en su espejo.
o un jueves telefónico,
no lo recuerdo bien. Incluso
en las estanterías,
que todavía me señalan,
se ven ensangrentadas
manos del forcejeo hostil.
No quise asesinar
sueños de noche, ni a un hombre
callado por mi mente.
Pero tampoco tuve suelto
ni cambio ni tarjetas,
Visa Electrón o cita previa,
ni beca en su Granada
ni hueco en su boca, o un teléfono
o fotocopiadora...
Yo solamente quise ver
tus labios en su espejo.
SANGRE
Tal vez no sea más que un sueño;
que embotado en la sala de espera
no salga nunca un cirujano
con las manos repletas de sangre,
de sangre tuya.
Esa sangre que siento latente y viva
cuando todavía te beso;
que aún recorre tus mejillas,
que la sigo notando en mis palmas congeladas.
Esa sangre que fluye al arroyo muerto de la impaciencia
en la naturaleza hasta mí.
Que te desgasta porque estás arruinándote sola y callada,
que te rellena por un costado
en la noche de argón de par en par abierta.
Esa sangre densísima y roja
la bebo cada amanecer,
me la meto en los ojos
con mi uña inerte y fría
a manera de beso.
La sangre que te ayudo a drenar en la cama del pánico,
la sangre que te ayudo a drenar en el lecho del sueño,
es esa sangre gris
que
hará lo mismo a nuestros hijos,
a través del silencio del tiempo.
que embotado en la sala de espera
no salga nunca un cirujano
con las manos repletas de sangre,
de sangre tuya.
Esa sangre que siento latente y viva
cuando todavía te beso;
que aún recorre tus mejillas,
que la sigo notando en mis palmas congeladas.
Esa sangre que fluye al arroyo muerto de la impaciencia
en la naturaleza hasta mí.
Que te desgasta porque estás arruinándote sola y callada,
que te rellena por un costado
en la noche de argón de par en par abierta.
Esa sangre densísima y roja
la bebo cada amanecer,
me la meto en los ojos
con mi uña inerte y fría
a manera de beso.
La sangre que te ayudo a drenar en la cama del pánico,
la sangre que te ayudo a drenar en el lecho del sueño,
es esa sangre gris
que
hará lo mismo a nuestros hijos,
a través del silencio del tiempo.
QUE MÁS DA...
... si al cabo de varios años
los rayos siguen temblando y nos odian,
y sufrimos por ellos.
... si al cabo de varios años
el beso ya no respira en ventanas,
y el espectro se marcha.
... si estás ya en proceso muerto
si siempre vas a sufrir en la luz,
y en mi mente de pez.
Qué más da alguno de los rincones
si están los niños en canchas cerradas.
Qué más dan los hombres de piedra dura
que ven morir a sus cónyuges fósiles,
con los de hace mil años.
Qué más dan las palmeras
si plantadas por tus falanges,
en mis sueños no crecen.
los rayos siguen temblando y nos odian,
y sufrimos por ellos.
... si al cabo de varios años
el beso ya no respira en ventanas,
y el espectro se marcha.
... si estás ya en proceso muerto
si siempre vas a sufrir en la luz,
y en mi mente de pez.
Qué más da alguno de los rincones
si están los niños en canchas cerradas.
Qué más dan los hombres de piedra dura
que ven morir a sus cónyuges fósiles,
con los de hace mil años.
Qué más dan las palmeras
si plantadas por tus falanges,
en mis sueños no crecen.
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