SANGRE

Tal vez no sea más que un sueño;
que embotado en la sala de espera
no salga nunca un cirujano
con las manos repletas de sangre,
de sangre tuya.

Esa sangre que siento latente y viva
cuando todavía te beso;
que aún recorre tus mejillas,
que la sigo notando en mis palmas congeladas.

Esa sangre que fluye al arroyo muerto de la impaciencia
en la naturaleza hasta mí.
Que te desgasta porque estás arruinándote sola y callada,
que te rellena por un costado
en la noche de argón de par en par abierta.

Esa sangre densísima y roja
la bebo cada amanecer,
me la meto en los ojos
con mi uña inerte y fría
a manera de beso.

La sangre que te ayudo a drenar en la cama del pánico,
la sangre que te ayudo a drenar en el lecho del sueño,
es esa sangre gris
que
hará lo mismo a nuestros hijos,

a través del silencio del tiempo.