EL PORTAL

Nos contempló siendo un niño,
sintió de cerca nuestras caricias.
Se preocupó, nos trató
su espejo bien, atento del pelo
encabezonado de tu encanto.

Nos acogió, entre dos muñecas,
por el invierno, cuando su ajuar
nos delataba el olor del parto;
vio caras héticas, por el rumor de las
[bicicletas,
alegres de regalos divinos,
cronometrados por el fulgor
de las miradas cómplices de árboles.

En los rellanos partióse un beso
hendido de uñas romas y frágiles;
se traspasó la calor nocturna,
se abrió una blusa henchida de prisa:
se terminaba la vida allí.
En los últimos abrazos marchaban
las existencias del nunca más.

-La Monalisa entretanto
contuvo la expresión
al sorprendernos ya yuxtapuestos
y deseosos de descubrir-.

En ocasiones, nos encontrábamos
tan bien que no subíamos,
y comenzábamos
un breve levitar, hasta que
nos abrazaban los soles,
pidiendo por favor el pasar,
y nos besaban, nos bendecían...