Cae tímida la luz del agua,
cae laxa entre mis labios
y entre el eco de los muros muertos.
Intenté alargar mi mano fría,
ahogarme en bocanadas
y moverme y removerme tenso.
La losa y su eco,
¡qué enorme fuerza!
Deberé trasfigurarme ahora
en aquel que ya le imponen
los lugares ya cambiados
y filtrarme las pupilas.
La luz y los ojos,
¡qué enorme fuerza!