Llevadme del parking al puerto
donde azules
descansan los labios de madera.

Y mirad a mi niña tímida.

Mirad el garaje estrenado
moribundo, adolescente.
En las noches tan silencioso,
torna en piélago el pavimento,
que como una balsa, amerizan
los insectos para soñar.

Y mirad a mi niña tímida,
cómo la matan muy despacio.

Y el mar,
callado como la habitación
repleta del aterimiento,
muere en el océano añil.

Y los árboles de la tarde
naranja, lejana,
se van más allá del crepúsculo,
y las islas se hunden muy suaves.

¡Y mirad a mi niña tímida
cómo la matan muy despacio!