Ya no hay más,
lo sabemos y quiero estar contigo
en lo que me queda de esta mañana.
Ya no hay más,
él lo sabe al igual que tú -y yo-
y busca unos labios para otro día.
Una lengua...
sólo una que divise un fondo aún
latente, que piense que ya no [hay] más.
Él lo sabe, y tiene miedo, como
nosotros de que no siga la vida;
de que besos y bocas mueran siempre
en la eternidad maldita del tiempo.
Él lo sabe porque nació sufriendo,
lo sabe por conocer a su hermano
muerto por los creadores de su vida...
Su extraño deslumbramiento: el alma.
Él lo sabe,
sabe de los contenedores sucios,
de los camposantos amarillentos,
del sabor hediondo de un cartón
de leche azulada que se evapora.
Él lo sabe:
ya no hay más por detrás de pieles pálidas.
Él lo sabe:
sólo lágrimas de llovizna.